20 mayo, 2006

CON-VIVIR NO BASTA. Nuevos Modelos de Convivencia.

Ojeo en mi balcón un artículo que habla de un nuevo libro que posiblemente compre para leer un poco más en italiano en los próximos días. El autor es Aldo Nove, y el título de su obra es “Mi chiamo Roberta, ho 40 anni, guadagno 250 euro al mese” (Me llamo Roberta, tengo 40 años, gano 250 euros al mes). Un libro que destaca la precariedad de los jóvenes (y no tan jóvenes) hoy día. La novela es un compendio de catorce historias reales de una generación, de entre 25 y 45 años, atrapada en la precariedad laboral actual en Europa. Jóvenes con carreras universitarias obligados a trabajar por un sueldo ridículo, otros no universitarios pero igualmente con trabajos inseguros que no permiten tener una vida económica estable. El resultado todos lo conocemos, treintañeros que viven aún con sus padres, jóvenes sin ilusión por un futuro después de haber realizado los esfuerzos que la sociedad imponía para tener una madurez cuando menos estable. Esta inestabilidad imposibilita conseguir aspiraciones tan simples como la de comprar una casa, o incluso formar una familia, ante la inestabilidad de los futuros ingresos económicos. Una situación que produce un estado de insatisfacción generalizado que puede desembocar, en los peores casos, en procesos depresivos y autodestructivos.
Sin llegar a esos extremos, he comenzado a pensar en mi futura independencia tras la vuelta a casa. Siempre he sido partidario de vivir sólo, de tener mi propia casa, y de no caer en las redes del alquiler, pero mi mentalidad está cambiando en cierto modo. Y entre tanto estudio de posibilidades (haciendo una valoración del nivel de vida y de los gastos que conlleva adquirir una casa y mantenerla) he llegado a una posibilidad que quizá no es muy habitual hoy por hoy en España, pero que en algunos países ya está siendo una realidad cada vez más habitual, y que podría ser una solución pasajera el problema.
La idea viene claramente reflejada en la serie de televisión FRIENDS (aunque no debemos olvidar que todo lo que vemos en esa serie es ficción). Un grupo de amigos que comparten una casa. Cada uno tiene su propia habitación como espacio privado, mientras que el salón, el baño y la cocina, pasan a ser espacios comunitarios. Quizá la idea no sea tan innovadora, porque en cierta forma así nacieron las conocidas “comunas”, pero es probable que pueda ser una idea factible. Compartir un piso de alquiler con amigos. Cada uno con su espacio de privacidad. Los gastos del alquiler quedarían compartidos, y lo mismo sucede con gastos como consumos de agua, luz, gas e internet, mientras que habría que llegar a acuerdos sobre las compras comunitarias de productos del hogar generales como: productos de limpieza, higiénicos, azúcar, sal, café, etc.
Lógicamente la idea parece buena, pero luego está la naturaleza humana. El respeto por los demás. Y aquí es donde pueden haber desacuerdos. Por que tenemos que poner ciertas reglas de comportamiento, sin llegar a convertir el hogar en “la casa de nuestros padres”. Quiero decir con ello que nadie debe tratar de controlar la vida de los otros. Cada uno es libre, y se debe sentir como tal. Consecuentes con nuestra madurez, también tenemos que ser consecuentes con nuestras responsabilidades en casa y con nuestros compañeros de piso. Yo lo he conseguido en gran medida en mi experiencia por Torino, así que no es algo imposible. Todos aquellos con los que he compartido piso (algunos en las fotos) se han convertido en mi parte de FRIENDS. Quizá sólo es cuestión de que todos pensemos un poco más en lo que hacemos mal nosotros antes de criticar el comportamiento de los otros. También conozco personas para las que la convivencia no ha sido un camino de rosas, pero eso también forma parte de proceso de madurez.
Esta nueva filosofía podría ser un primer paso para nuestro proceso de independencia. Algo que nos permita dar el primer paso que es “salir de casa de nuestros padres” sin tener necesidad de pasar hambre porque nuestro sueldo no nos permite comer y pagar un alquiler o una hipoteca. La convivencia no es fácil, y en cierta forma es, para muchos de nosotros, una asignatura pendiente. Sin embargo, es algo que debemos trabajar en nuestro proceso de formación como personas. Para los que sean excesivamente independientes sólo decirles que para vivir hay que convivir. Digamos que con vivir no basta. En nuestra sociedad debe entrar en juego cada vez más el rol de aprender a convivir (aunque otros, como mi amigo Iván, dirían que para con-vivir hay que con-beber, jajaja).
De momento yo lanzo la idea. No se si la llevaré a cabo a mi vuelta a casa o, por el contrario, volveré sobre mi viejo planteamiento de vivir solo, pero me gusta pensar que en un momento de mi vida me sentí capaz de compartir mi espacio con los demás y que la convivencia fue posible. Y la pregunta es… ¿te atreverías a compartir la experiencia? Se que es un riesgo pero, parafraseando a Coelho, “El lugar más seguro para los barcos es el puerto, pero no es para estar en el puerto que fueron construidos”. Espero vuestros comentarios (al final del artículo podréis dejar estos comentarios picando sobre el icono de comments). Por cierto, ¿cuál sería el número apropiado de personas para convivir según vosotros?
Como dice el grupo Revolver en una de sus canciones “…decidieron compartir melancolías, soledades y fantasmas a la par, miedos locos, tristezas y alegrías…” (la canción no tiene nada que ver con este tema, pero me gusta esa frase, jeje). Por hoy cierro el balcón y me voy a hacer un té en mi cocina comunitaria. Ciao.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los últimos dos posts, me encantan, temas de actualidad y que me hacen reflexionar al visitar tu balcón. Reflejas verazmente las consecuencias de vivir en un Estado de Bienestar, donde derechos básicos como la vivienda o sueldos y trabajos dignos, se han vuelto, por desgracia, artículos de lujo y en utopías para muchos.
Dada esta realidad, en busca de alternativas para poder independizarse no es tan alocada tu idea como a primera vista puede parecer (pues al hacer el símil con Friends puede darle un aspecto ficticio e ilusorio). De todas formas la mayoría sigue soñando por prosperar, pasar y cerrar etapas. Pudiendo ser una solución pasajera, pero al final tampoco tan acertada, pues cuando quieras acabarla vuelves a estar donde el principio (sin recursos y volviendo a casa de tus padres). Ganando, eso sí, en riqueza y crecimiento personal, eso no lo dudo.
Lo ideal sería que cambiara el mercado, la triste ley de la oferta y la demanda, o que hubieran más ayudas para algo que no sólo es una necesidad sino un derecho. Seguimos comprando casas que nos costarán toda la vida amortizar y nadie se queja a voces (¿dónde quedó la fuerza del pueblo y la capacidad de movilización para demandar mejoras?)
Para colmo, una de las últimas noticias decía que los españoles demandamos casas de 4 habitaciones. ¡Viva la humildad! (“Es que el cuarto para el ordenador también es importante”). Supongo que el pensamiento es: ya que te hipotecas, HIPOTECATE. Aunque al menos, podemos aspirar a esa hipoteca, porque en el “malvivir” a veces se descubre el sabor de vivir. Ya que en otra parte del mundo ni siquiera esa es una posibilidad. Así que todo se limita a ese “bienestar”, y ya termino con una parte de una canción de Luis Quintana que dice: “Le llamamos bienestar a tenerse que acostar con el peso de hipotecas que cubrir. Le llamamos bienestar a estar seguros, aunque el muro no te deje ver la luz. Le llamamos bienestar a nuestros coches, aunque el humo te lo tengas que tragar...”

A M J dijo...

Gracias por detenerte a dejar tu huella por aquí. Se agradecen estos detalles que me hacen ver que el blog no es un grito en el desierto.
Un abrazo